domingo, 9 de septiembre de 2012

Y, después de todo, gracias.



 Todo tiene su momento, y el de le petit rue mazagran llegó a su fin.

Compromisos profesionales me van a impedir seguir empleando el que considero que es el justo tiempo para el blog, y no me gustaría seguir haciéndolo deprisa y mal, porque si algo siempre ha significado el blog para mi es ocio, y no una obligación.

Ocio en estado puro, compartir con el lector aquellas cosas que, como dije desde el primer post allá por noviembre del año pasado, marcan la diferencia. Sobre todo en materia de moda, que me encanta, y de belleza. Pero también sobre cine, música, teatro o literatura. Sobre cultura en general. Porque es algo que debiéramos cultivar en nuestros ratos de ocio: consumir cultura. No se me ocurre mejor manera para alimentar el alma.

Se me quedan muchas cosas por decir. No he dicho que me apasiona John Le Carré, que me pierden los bolsos de Gucci o que esté enamorada del personaje que interpreta Paul Newman en "La gata sobre el tejado de Zinc" (esa mirada que le dedica a Liz Taylor en la primera escena es abrumadora). Ni que Kate Moss me parezca la top entre las top (sobre todo por su inteligencia, que es la que realmente la ha llevado al top de la moda). Ni que como buena donostiarra mi plan de fin de semana ideal es ir de potes con la cuadrilla por la Parte Vieja de la capital guipuzcoana y degustar deliciosos pintxos de nueva cocina vasca (nadie debería morirse sin hacerlo, creerme, debiera estar en toda lista de "cosas por hacer en la vida" que se precie). Ni que de gracias todos los días a aquella persona que se le ocurrió diseñar moda low cost con diseño vanguardista (hoy en día vestir con estilo no está reñido con una economía modesta). Ni que esté plena e irremediablemente enamorada de Paris (más cuando una muy buena amiga vive allí). Ni que entendiera por fin a todas aquellas mujeres que veían en Jonny Deep al hombre sexy ideal que yo no acababa de ver en la saga "Piratas del Caribe" tras visionar "Chocolat". Ni que me encanta el bollo de pan de pasas y nueces de la panadería Ogi Berri de enfrente del Mercado de San Martín en San Sebastián. Ni que los vascos, aunque tengamos fama de frios, somos amigos fieles para toda la vida (como muy bien apuntaba un buen amigo hace algunas semanas). Ni que Londres me parezca la ciudad perfecta.

Tampoco he contado que el primer libro con el que verdaderamente me enganché (de esos que no puedes dejar de leerlo durante horas seguidas) fue las diferentes aventuras que Sir Arthur Conan Doyle nos relató sobre mi adorado detective inglés Sherlock Holmes. Ni quesoy incapaz de ver "El tercer hombre" sin emocionarme por la gran obra maestra que es. Tampoco que tomarme un zumo de naranja natural en la terraza del museo MoMa de Nueva York entre esculturas de Jeff Koons mientras divisaba el sky line de la ciudad fuera de lo que más me gustó de atravesar el charco. Eso e ir de tiendas al anochecer por el Soho, claro. Tampoco que no me gusta el libro electrónico (ni en teoría lo que representa ni en la práctica, nada). Ni que me encanta la jardinería, el helado natural de frutos del bosque de la clásica heladería de la Calle Andía de San Sebastián, pasear descalza por la playa en invierno o las infusiones de rosa mosqueta y fresa. Ni que me pierda el chocolate negro negro negro. Ni que me encante el estilo de Olivia Palermo pero a la que creo le falta un oficio conocido para poderle considerar la it girl por excelencia. Ni que vivir en San Sebastián es sinónimo de calidad de vida. Ni que mi egoblogger preferida es Estefanía de Con Dos Tacones . Ni que Venecia es, por mucho, la ciudad más romántica y especial en la que he estado. Ni que me encanta el sorbete natural de frambuesa. Ni que me encantan películas de acción y efectos especiales como "Star Wars". Ni que estoy enamorada de la elegancia del agente secreto británico 007. Ni que adore a Jennifer Aniston desde su Rachel de "Friends". Ni que tomarme unas tortitas en la Plaza Mayor de Salamanca constituya uno de mis mayores placeres. Ni que perderme entre las numerosísimas zapaterías de esta bella ciudad es algo que me apasione hacerlo una vez al año como mínimo. Ni que mi película de Disney preferida es "La Bella y la Bestia". Que me encantan las "Tribute" de Yves Saint Logan . Ni que cualquier momento me es bueno para volver a ver un capítulo de "Sexo en Nueva York". Ni que me apasiona Andy Warhol. Ni que me arrepiento de no haberles visto en directo a los Rolling Stones cuando tuve la oportunidad de hacerlo en San Sebastián hace pocos años. Ni que la blogger, redactora de moda y estilista que más me gusta por mucho es Ana Ureña de Léxico Fashionista (a la que por cierto conocí hace años a través del que creo que fue su primer blog o web propia, cuando todavía yo no conocía ni el término "blogger", de cuyo nombre no me acuerdo la verdad pero que me encantaba seguir, de ahí la ilusión que me hizo redescubrir el que hoy en día es su blog). Que una de mis películas favoritas por excelencia es "Sucedió una noche". Ni que me encantaría poderme casar vestida de Elie Saab. Ni que creo que ser joven hoy en día creo que es una actividad de riesgo.Que necesito ver por segunda vez consecutiva una película que me haya gustado mucho. Ni que me encante mi gente; disfrutar de ella y con ella.


Pero creo que hay cosas que, por el contrario, sí he dicho. De esas que en mi humilde opinión marcan la diferencia. Como que en cuestión de belleza la máxima "menos es más" cobra su mayor expresión. Que me encanta hacer locuras con mi mejor amiga. Que una buena película hay que verla en pantalla grande en el cine con una buena ración de palomitas. Que la vida es muy corta para perder el tiempo leyendo libros malos. Que en moda debe primar ante todo la funcionalidad. O que poder compartir la vida con la persona a la que quieres es lo mejor que te puede pasar.




Como ya he dicho en alguna ocasión aquí, el blog me ha permitido conectar con gente con la que comparto intereses y no conozco, así como escribir sobre lo que me gusta. Pero si hay algo que de verdad me ha hecho ilusión es que mi gente, con la que en muchas ocasiones no comparto intereses, sobre todo en materia de moda, me hayan seguido. Por todo ello, a conocidos y a extraños, muchísimas gracias, de verdad.


Y en cualquier caso, seguiré estando el Twitter, como hasta ahora, en @sandrarm4 .



Termino el post tal y como he empezado todas las semanas hasta ahora, con una canción que me encanta, esta vez de Shakira, "Antología".










Como dice un buen amigo, cuidaros mucho. Y, sobre todo, daros la oportunidad de disfrutar de la vida, que merece mucho la pena ;) .




Un besito. S. 



Thanks so much for reading

viernes, 7 de septiembre de 2012

Kutxa Kultur Musika Festibala - Festival de música indie de San Sebastián





Este fin de semana va a tener lugar en el Monte Igeldo de San Sebastián el festival de música indie Kutxa Kultur Musika Festibala.




Kutxa Kultur Festibala



Tengo ganas de ver en directo hoy a Russian Red sonando desde lo más alto de San Sebastián ;) .


Un besito. S. 


Thanks for reading

jueves, 6 de septiembre de 2012

Crónica de una noche en el aeropuerto




Son las 2:00 am y todos se han ido. El resto de pasajeros que venían con nosotros han ido a recuperar su equipaje o directamente a abandonar el aeropuerto para ir a sus casas, especialmente contentos porque el avión ha aterrizado 20 minutos antes de lo previsto.

Pero nosotros nos hemos quedado solos, porque sólo hemos bajado del avión para hacer escala y hacer un segundo trayecto que nos llevará de vuelta a casa. Sin embargo, esa primera sensación de desamparo se convierte inmediatamente en inmensa curiosidad. Miro a mi alrededor y me encuentro en la terminal nueva de uno de los principales aeropuertos del país, llena de tiendas, cafeterías y restaurantes. Siento que es la experiencia más parecida que he vivido a estar una noche en un centro comercial.

Y lo que es mejor, definitivamente no estamos solos. Casi inconscientemente me encuentro entablando fluida y relajada conversación con trabajadores del aeropuerto de muy diversos ámbitos, así como otros usuarios, tratando temas relacionados con nuestros vuelos así como otros que no lo están en absoluto. De hecho, por el ambiente y la complicidad que surge entre los allí presentes, siento que vuelvo a revivir sensaciones vividas hace años en younghostels.

Me acomodo en una de las hileras de asientos especialmente acondicionadas para pasar largos períodos de tiempo de espera. Pero a los cinco minutos mis lumbares me transmiten que esto es España, y que estos asientos nada tienen que ver con los acolchados y flexibles que dos horas antes había utilizado en otro aeropuerto internacional. Me resigno, pues, a encontrar una postura relativamente cómoda durante el resto de la espera.

No obstante, asientos decentes no, pero pantallas de plasma de un tamaño digno de cualquier sala de cine que se precie, sí. Me propongo entonces aprovechar la tan útil inversión que el gestor de turno del aeropuerto ha realizado con mis impuestos, y me pongo a ver la retransmisión  de los juegos paralímpicos que está sintonizada. Me doy cuenta que son las primeras imágenes de estos juegos que veo. Durante los quince días de los Juegos Olímpicos estuve mimetizada con la televisión, para no perderme detalle de aquellas competiciones que me interesaban (sobre todo de aquellas cuyo seguimiento por los medios de comunicación en los siguientes cuatro años sé que va a brillar por su ausencia). Pero desde el macro concierto de pop británico en que consistió la gala de clausura no había prestado atención a los atletas paralímpicos.Pero nunca es tarde, me digo, y procuro introducirme en la retransmisión de una prueba de natación. Sin sonido, claro.

Porque, cómo decirlo, el aeropuerto está en "modo noche". Las televisiones sin sonido, las luces apagadas, los establecimientos cerrados y los aviones en tierra.

De pronto algo interrumpe mis pensamientos. Miro a un costado, y la persiana de un Zara empieza a alzarse. Son las 4:30 am señores. Pero así se levanta un imperio, me digo. Después de un romántico viaje con mi chico en el que no hemos reparado en gastos, me esfuerzo por hacer cumplir la promesa que yo misma me había hecho horas antes de no gastar nada más que en lo imprescindible en las próximas semanas. Y está claro que el enésimo vestido de Zara de esta temporada no se puede considerar como tal.

Una vez que mi tarjeta de crédito suspira de alivio, me propongo investigar las numerosísimas y hasta ahora desconocidas para mi aplicaciones del móvil que semanas antes he adquirido. Salseando me encuentro con juegos, esas "dichosas aplicaciones que sólo ocupan espacio en la memoria" del aparato. Pero mi gesto cambia cuando descubro el que creo que ha sido el único de este estilo que me ha gustado: el tetris. Sí, lo sé, no tengo remedio. Pero este clásico y casi prehistórico juego es el único de este estilo que me entretiene. Pero tanta  emoción hace que la batería del móvil se quiera coger un descanso y me veo brúscamente interrumpida de mi juego. Realmente desconcertada, busco a mi alrededor enchufes. La gente tendrá la necesidad de conectar sus ordenadores portátiles, me pregunto. Craso error. Aquellos que tengo a mi alrededor disponen de cargadas tabletas. Y cuando por fin descubro el único enchufe en cien metros a la redonda compruebo, con resignación, que una guiri se me ha adelantado.


Siento que el estómago me pide una gran y poco sana ingesta de comida. Descubrimos que uno de los pocos locales abiertos es el de una archiconocida cadena de comida rápida y no dudamos en pedir un menú completo. Casi nunca acudimos a un local de esta cadena, de hecho, me atrevería a decir que hará años (y cuando digo años es unos diez tranquilamente) que no entramos al local sito en nuestra ciudad. Pero sentimos que es el lugar y el momento idóneos para ese reencuentro.


Han pasado casi dos horas y ahora nos encontramos en una nueva puerta de embarque. Miro al cristal. Veo impresionantes aviones, de aquí y de allí. Lucen imponentes en la cálida noche de verano que tenemos, lévemente iluminados por la estructura de las instalaciones. Miro a la gran cristalera de la terminal y veo gente transitando entre los aviones. Pero rápidamente me percato que es simplemente el reflejo en el cristal del flujo de pasajeros para los primeros vuelos de la mañana y que ópticamente, y como consecuencia de ser de noche, de una manera nítida se reflejan en el cristal. Como si fuera una guiri, me camuflo junto a la pseudo-tienda de campaña que se ha montado una belga junto a una columna de la terminal, y me siento en el suelo para poder cargar mi teléfono móvil, enfrente justo de esa cristalera que hace de linde entre la terminal y el exterior.


Pero esos primeros vuelos de la mañana hacen que la atmósfera del aeropuerto cambie radicalmente. De repente se hizo la luz, los establecimientos abren en masa y ejecutivos con traje y corbata empiezan a proliferar por la terminal.

Un nuevo día comienza en el aeropuerto. Y me doy cuenta de que es la primera vez que voy a volar miestras amanece, y he de decir que que es precioso despegar mientras los primeros rayos de luz se cuelan entre las nubes. 


Para mi sorpresa, hacer escala de noche ha sido toda una experiencia llena de nuevas sensaciones. Parecía que el mundo se había detenido. Que había una cara B de la vida. Y lo cierto es que me ha encantado experimentarla. Que para eso una es joven y aguanta sin problemas una noche sin dormir. Sobre todo porque el viaje a Venecia con mi chico, coincidiendo con la Mostra, ha sido uno de los más maravillosos que he hecho.



Un besito. S. 



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